Gran Escuela Mística del Harán

Cuatro Claves para una Vida Tranquila

Tener una vida tranquila no significa que ésta carezca de desafíos o que los días transcurran sin dificultades, por el contrario, significa que hemos aprendido a cuidarnos en medio de las tormentas con serenidad en el alma, por lo tanto, es alcanzar un ritmo interior que no depende de lo que ocurre afuera, sino de la calma que cultivamos  por dentro de nuestra mente y corazón. Como un río que fluye sin detenerse, así debería fluir nuestra existencia: sin resistencias, con confianza en el cauce invisible que nos guía hacia mares de esperanza.

El primer consejo para alcanzar esta calma es aprender a soltar las preocupaciones, confiando en que todo lo que sucede, aun lo que parece doloroso, viene con una enseñanza y un propósito. Aferrarnos al miedo solo nos enreda en una cadena invisible que nos impide avanzar. En cambio, cuando dejamos que la fe ilumine nuestro camino, comprendemos que cada experiencia trae consigo un regalo oculto, un movimiento de la vida que siempre obra a favor de nuestro crecimiento. Soltar no es rendirse, sino confiar. Es aceptar que no todo está bajo nuestro control y, aun así, todo se acomoda para nuestro bien.

El segundo consejo es elegir pensamientos positivos, porque cada pensamiento es como una semilla sembrada en el jardín de la mente. Si sembramos semillas de duda, miedo o negatividad, el fruto será amargo. Pero si elegimos sembrar optimismo, confianza y alegrías, florecerá en nosotros un árbol fuerte, capaz de sostenernos en los días más difíciles. La esperanza no aparece de la nada, sino que se cultiva con la forma en que pensamos, y cada pensamiento positivo es un acto de fe silencioso que construye realidades luminosas.

El tercer consejo es evitar la crítica hacia los demás. Cada persona libra batallas invisibles que desconocemos y que no siempre se reflejan en lo que muestran al mundo. Al juzgar, nos alejamos de la compasión y cargamos nuestro propio corazón con dureza innecesaria. La verdadera paz nace cuando dejamos de poner la mirada en las sombras ajenas y la dirigimos hacia nosotros mismos, hacia el amor propio que nos enseña a crecer sin comparaciones ni resentimientos. Cuando dejamos de criticar y nos enfocamos en ser una mejor versión de lo que somos, descubrimos que la vida se vuelve más ligera y nuestro entorno más amable.

El cuarto consejo es tener siempre objetivos en la vida, porque un alma sin dirección se pierde en la inercia de los días. Los objetivos, grandes o pequeños nos mantienen vivos, despiertos, motivados y en movimiento. No se trata de obsesionarse con metas lejanas, sino de permitir que cada día tenga un sentido, un motivo que alimente nuestra esperanza. Cuando tenemos un propósito, cada acción se llena de intención y la motivación se convierte en combustible para el espíritu.

La tranquilidad no se alcanza de la noche a la mañana, pero se construye paso a paso, decisión tras decisión, pensamiento tras pensamiento. Y lo más importante, a través de la reprogramación y la constancia en el trabajo psicológico que se enseña en El Harán, podrás lograrlo a través de la comprensión y superación de las pruebas que garantizarán esa tranquilidad en nuestra vida. Por eso, requerirá siempre de práctica, paciencia y constancia. Vivir en calma es elegir conscientemente el amor sobre el miedo, la fe sobre la duda y la esperanza sobre la desesperanza.

Si deseas profundizar en este camino hacia una vida más plena y alcanzar una verdadera transformación personal, te recomiendo el libro “Calidad de la Excelencia”, una obra que invita a descubrir el poder interior que todos llevamos dentro y a conquistar, con determinación y confianza, todo lo que nos proponemos

Por Rocio Rueda A.
Oficina de Comunicaciones del Harán
EL HARANKÂDO, Colombia.